Se que tanto éxito no tuvo la anterior historia sin fin, pero trataremos que este nuevo intento lo tenga. Solo unas reglas muy elementales:
1-post de estén entre los 5 y 15 renglones.
2-cada usuario para volver a postear debe esperar a 3 post de usuarios todos distintos entre si(a que 3 usuarios posteen)
3-dado un post, el próximo post debe tener algo del anterior(seguir algo, en algún sentido, del anterior). Simplemente es para pedir un mínimo de estabilidad necesario(una historia con infinitas bifurcaciones, no un camino con infinitas historias...)
Esta son todas las reglas. Después, los post pueden tener el enfoque que se desee(respetando 1, 2, 3).
Sin más nada que decir, el primer post que venga ahora será el que inicie la historia

PD 1: mientras más usuarios sean los que posteen, la variedad aumentará. Anímense a postear!

PD 2: no hace falta seguir estrictamente cada post. En caso de perderse en algún momento(demasiados posts por leer...), seguir posteando, a partir de los 3 últimos posts. La idea es ver qué sale... anímense, de verdad.

Vivir en Nueva York está bueno, pero es una mierda. En cambio vivir en Río es una mierda, pero está bueno. Llevaba seis meses saltando de un lugar a otro sin detenerme; ahora estaba parando en Rio, y como en todas las ciudades por las que había pasado la gente y las calles y la ciudad tenían su propio olor y su propio pulso. Rio era una de esas amantes que uno tiene que abandonar a las dos semanas con una sonrisa y la vaga esperanza de ver de nuevo, mientras todavía piensa que podría amarlas toda la vida. Mi plazo se había vencido, necesitaba salir de aquí ya. Nada era tan grande o tan amplio como en Nueva York, pero nada nunca lo es: el problema era simplemente que esta ciudad golpeaba a un ritmo al que no me acostumbraba. Hacía dos días había encontrado este barcito a la vuelta del hostel: adentro la gente se movía un poco más despacio, el aroma era un poco más familiar. Era una pequeña burbuja de otromundo, no podía dejar de buscarlo.

Desde la barra un hombre me estaba mirando y todos nos miraban a nosotros. Parecía tener unos cincuenta años y haberse bañado y vestido ayer por primera vez después de pasar dos años bajo un puente: llevaba un traje fino, una camisa de seda desabrochada y unas ojeras que se le caían de la cara. ¿Me estaba buscando a mí o a cualquier chica que le sacara las ojeras? Había por los menos dos blancos más fáciles sentados tres asientos a su derecha. Me resistí un par de minutos pero finalmente decidí abandonar mi refugio. Me puse de pié mirando de reojo al salir. El hombre pagó y salió detrás mío.

Comencé a caminar. A mezclarme con en ese tumulto espeso que es la gente.
Quizá para mantener la calma, me pregunté si lo conocía de algún lado, ya que al fin y al cabo el mundo es más chico de lo que aparenta; pero su rostro había quedado fijo en mi mente y sin embargo no lograba reconocerlo.
Al parar en una esquina a esperar el semáforo, sentí el impulso de volver mi mirada hacia atrás. Pero no hizo falta: a penas eché un vistazo hacia la vereda de enfrente lo encontré encendiendo un cigarro muy delicadamente sin dejar de mirar hacia mi lado.
En ese momento noté, no sin cierto asombro, que ya en la calle era uno más, un tipo como tantos otros. Y pude percibir lo trágico de este hecho: fuera de ese bar todo lo que lo distinguía se esfumaba; fuera de ese bar había una sola verdad: el único que intuía un aire de inesperado peligro era yo.
Sin dejarme dominar por estas ocurrencias, y descartando la posibilidad de dirigirme al hostel, decidí jugarme una carta. Doblé en esa esquina y di a parar a una puerta antigua de esas con doble hoja, detalles en vitreaux y herrajes de bronce. Golpeé con una de las gastadas manijas . Adentro el eco de los golpes retumbaba en las paredes. Me quedé duro cuando la pesada puerta crujió. Una anciana pequeña y canosa abrió la puerta:
“¿Qué espera?. No hay tiempo. Pase”

Entre atolondradamente, estaba completamente aturdido, no entendía que pasaba ,no sabia si había sido peor entrar a un sitio desconocido que lo que me esperaba afuera, procure no parecer asustado; la mujer me miro con cierta nota de tristeza en su rostro y me dijo firmemente que me sentara en un desvencijado sillón que estaba a corta distancia, luego, salió de la sala en donde yo estaba sin darme una explicación, estaba realmente atemorizado, no sabia que pasaba, no sabia que hacia en ese lugar, decidí levantarme y cuando estaba llegando al la puerta de entrada, ésta se abrió súbitamente...

Comenzó a oscurecerse mi visión; poco a poco se me teñía de negro todo. ¡Tenía los ojos abiertos pero todo estaba perfectamente oscuro! Una sensación desagradable, como si mi sangre se hubiera congelado de golpe, mi piel secado, mis músculos agarrotados, mi boca totalmente seca.
Escuché luego un ruido, como de una puerta oxidada abrirse, y unos pasos lentos dirigirse cerca mío. Sentía la respiración de alguien más, próximo a mi. Luego sentí que alguien me abrazaba. Era una sensación cálida, nostálgica, muy familiar... ¿podía, acaso, ser ella...? no, no era posible, no podía serlo... traté de pronunciar algunas palabras, pero mi boca no respondía.
Luego, una voz grave, seca, dijo lentamente ''sentate''. Al terminar de articularse la última vocal, la sensación familiar desapareció. De nuevo recordé la sensación sobre mi. Sentía el cuerpo muy pesado. Seguía sin ver, pero sin entender por qué, comencé a caminar, como si ya hubiera recorrido numerosas veces el mismo cuarto, llevándome mis pasos a lo que parecía el sillón en el que antes estaba sentado, aunque ahora parecía distinto, más cómodo. Me senté.
''Te rehusas a aceptar esta realidad... te daré una oportunidad; sal ahora, por la puerta a la que tus pasos te guiarán, o espera aquí, adentro, por siempre...''
Sin sentir la necesidad de preguntar, sin aguantar la sensación que me invadía y mi visión oscura, me paré y caminé(o creí caminar) hasta la puerta por la que había entrado. La abrí...

...y, sin ninguna sorpresa, lo vislumbré en la vereda de en frente, iluminado por la luz de un sólo farol. Al verme salir dio media vuelta y comenzó a caminar lentamente. Por supuesto, lo seguí. No pude dejar de notar, sin embargo, que algo había cambiado en la calle, pese a que sólo me había encontrado en el interior de la habitación por unos minutos.. o eso creía. Incapaz de explicarme cuál era el cambio que creía notar -quizás los colores se habían desteñido un poco, tal vez el contraste era levemente superior al habitual- me dije que era todo producto de mi imaginación, que nada había cambiado, que solamente mis ojos se habían desacostumbrado a la luz debido a la oscuridad absoluta del interior de aquella casa. Por supuesto sabía que me estaba mintiendo, pero intenté dedicarme exclusivamente a seguir a aquel hombre que caminaba lentamente sin voltearse, pero que -de esto sí estaba seguro- sabía que lo estaba siguiendo.

Las luces de la ciudad habían ganado la noche ya.
A pesar del ritmo de la pujante Río noté que mi andar no era precipatado.
Mis pasos eran seguros pero lentos, como si ya supieran a donde ir,a donde llegar,
sin ninguna obligación de escapar de nada ni nadie. Efectivamente, como esa voz grave
de la habitación anunciaba, sentí que eran mis pies, y no yo, quienes me guiaban.
El hombre seguía caminando, sin mirar atrás. Adiviné el paradero: faltaba una cuadra para
el viejo muelle abandonado.
En el camino mi panza se quejó; saqué unas galletas de los bolsillos y seguí.
El hombre paró en la playa. Se sentó y miró un rato hacia arriba: las estrellas pintaban el cielo.
Luego movió un poco la arena, había allí enterrada una botella de whiski. Tomó un trago largo.
Busqué el viejo muelle,sin éxito, en la bastedad de la costa y sentí de nuevo ese abrazo inconfundible.
Junté coraje y me senté a su lado. Su voz me sonó, al principio, familiar:
"Vas a disfrutar este trago, flaco: te necesitamos y la cosa está jodida, no nos podes decir que no otra vez".
Pensé: Me tendría que a ver ido ya de esta mierda de ciudad!

De repente sentí cómo se me revolvía el estómago. Intenté huir de allí, pero el hombre me agarró del hombro.
"Vos no vas a ningún lado. Ahora me tenés que ayudar".
"¿Ayudar en qué? vos no sos más mi jefe." le achaqué, atemorizado.
"Ahora lo soy nuevamente. Me tenés que ayudar en una nueva misión. He formado una nueva organización."
"¿En serio?...¿Pero, cómo me encontraste?"
"Seguí tus pasos y te busqué. Ahora me tenés que ayudar."
"¿Qué? No, eso ya es pasado, ni lo sueñes que te voy a ayudar."
"¿Ah no?."
Sacó un revólver del bolsillo y me amenazó. No tuve más remedio que obedecer sus órdenes. Yo lo conocía, habíamos trabajado juntos antes. Su nombre es Oscar Mendizábal. Nos dedicábamos a la mafia. Junto a él y a otros compañeros formábamos un grupo muy compacto, organizábamos el trabajo de manera que cada uno cumplía una tarea determinada, y había mucha coordinación, nadie descubría nuestros planes.Mendizábal era el jefe de la organización y me consideraba a mí como uno de los mejores. Pero poco a poco, uno a uno fue abandonando la organización, por problemas personales, o por ofertas de nuevo trabajo, o quién sabe qué. Y cuando quedábamos unos pocos, entre ellos yo incluído, decidimos que no podíamos continuar. Éramos muy pocos. Y nos separamos. La organización desapareció. Cada uno tomó su camino. Poco después yo me vine a vivir a Río. Y ahora el destino nos cruzó nuevamente.
Me ordenó que subiera a su auto estacionado ahí cerca. Lo hice...

[Chicos, chicos... será posible?cómo es que nadie se dio cuenta, salvo exe?]

Pero no lo hice. Además de ser un tipo con pocos escrúpulos, Mendizabal era un inutil; peor aún, un inútil que no sabía que lo era. Le arranqué el arma de la mano, lo golpeé con el mango hasta hacerle sangrar un ojo y salí corriendo. Del otro lado del coche se bajó un hombre enorme y pesado que ni siquiera intentó seguirme. En un minuto estaba corriendo por una calle oscura y llegué al centro sin que me siguieran. No me los iba a sacar de encima tan fácilmente, pero por ahora no los tenía encima, y no quería verlos nunca más, muchas gracias. Miré en todas las direcciones a la vez: un par de hombres me miraban demasiado. No era el barrio más pacífico de Rio, pero me sentí mucho más segura.

Me di cuenta que todavía tenía el arma en la mano y la escondí. También tenía la botella de licor que me habían ofrecido en la otra. Tomé un sorbo y la dejé en la calle, mientras se me llenaba el pecho de un calor violento. La iba a extrañar: aún en Brasil hace frío cuando uno viaja de noche por esos caminos vacíos.

Bueno, sigo un poco...
Corrí mucho, hasta parar en algún lugar descampado. Era de noche. El calor violento en mi pecho no se había ido. Cada vez más despacio caminando, me detuve al ver lo que parecía una silla de madera. La silla estaba pegada a un árbol, y un hombre se hallaba sentado. Canozo, de pelo corto, nariz aguileña, con una camisa negra y anteojos oscuros grandes.
Escuché las palabras "te esperaba". De golpe el calor en mi pecho se intensifico, mi carne parecía prenderse fuego, mi sangre parecía hervir, corrosionando las arterias, las venas, la piel y los huesos.
-¿Dónde estoy?-pregunté
-En la frontera. Este es el punto de "salida"
Su voz era calmada. Sentía que la mirada de sus ojos no solo atravesaba el vidrio de sus anteojos, sino también mi cráneo, como si estuviera analizándome completamente.
-¿Quiéres salir de aquí?
-Si, esa es la idea.
-Entonces sigue esta senda-me dijo, señalando con su mano un camino de piedra en mal estado. Luego una pequeña sonrisa se formó en sus labios-pero debo advertirte. Conozco pocos que han "salido".
-No me importa, gracias-dije, tratando de sacármelo de encima, una vez extraída la información. Algo en él me hacía sentir incómodo.
Con los pies en el sendero, el hombre me ofreció un vaso con un líquido cristalino que conjeturé era agua. Lo bebí, acaso pensando que la extraña sensación que tenía desaparecería; el líquido atravesó mi garganta, y terminó de quemarla. Sin embargo, no me desagradó.
Ahora energético, con la sensación de mi piel fundida y mi gargante quemada, me decidí caminar por el sendero de piedra que el hombre me señaló

emprendí mi camino hacia el sendero,mientras iba aproximandome mi respiración se tornaba más violenta,los músculos se me contraían ferozmente a causa del pánico, seguí ciegamente,con el deseo de enfrentarme a aquello que me estaba esperando,sea lo que fuese...mientras más me aproximaba el camino se tornaba más agreste,los árboles se alzaban sobre mi con un lúgubre susurrar,algo malo estaba sucediendo,no sabia bien qué,pero no tenia más remedio que continuar el camino....el sendero llegaba a su fin, cuando salí de él pude contemplar el sonido de las olas y una ventizca salitrosa que por un momento me hizo olvidar el peligro que corría ,luego de un instante,un fuerte dolor en el estomago inmovilizó mis piernas,el dolor se volvía insoportable...la bebida ,recordé...
pasados unos confusos segundos yacia tendido sobre el pie del sendero,no podía quedarme alli,
de pronto,a unos pocos pasos,al pie de lo que parecia ser un barranco estaba aquella única cosa que nunca hubiese imaginado encontrar en este lugar,en esta situación...

Sus ojos estaban encendidos, rojos, uno y tres flotaba por encima del agua hacia mí, sus abrazos abiertos encerrándome. Era un torbellino, una luz, un silencio y se acercaba como una máquina devorando todo, todo. Tenía alas y patas y dientes y cola, tenía ojos, mil ojos, mirándome cada uno desde un ángulo distinto. Quise agacharme, cubrir mi cabeza, encerrarme pero no me podía mover. Simplemente sentía el dolor en el estómago y los ojos ciegos. Sabía lo que estaba viendo, sabía de dónde había salido. Cerrar los ojos no servía de nada, así que lo miré de frente y reí.

rei despectivamente ante la bestia que ya se alzaba sobre mi y, desenfundando el arma, disparé contra su frente. Se desplomó, cayó con todo su peso sobre el suelo levantando el polvo asfixiante de la piedra seca del arrecife. Y yo agotada cai de rodillas ante la bestia, y mi cuerpo tembloroso apenas pudo sostenerse.
Pasaron unos segundos, segundos que fueron eternos, segundos que alcanzaron para recobrar el aire y, para pesar mío, algo de mi lucidez. Contemplé estupefacto...

(---> esta es la bestia )
(che, este personaje tiene serios problemas sexuales XD)

...que estaba de nuevo en la ciudad que había abandonado. Con el cuerpo dormido por el frío, busqué el hotel en el que me hospedaba; mi cuerpo se rehusaba a moverse mucho. Las calles estaban más oscuras, mas deshabitadas. Dentro del hotel, la recepción estaba vacía. De las llaves de los cuartos, solo la mía, del cuarto 111, seguía en la casilla. Me acerqué y la retiré.
Estaba media descompuesta; no sentía las manos, o mi cara, sentía que mi garganta había sido atravesada por una delgada pero filosa aguja de acero. Mi piel estaba pálida, mis pulsaciones muy bajas.
Mientras caminaba, noté que el resto de los cuartos estaban todos con la puerta abierta, pero no había nadie en su interior. La habitación 111, por el contrario, permanecía cerrada. Usé la llave, y entré.
-¿Qué hace...?
Un hombre estaba sentaden la cama, mirándome fijo. De pelo largo y engrasado, tenía ojos fijos en mi rostro. Jugaba con lo que parecía una pequeña piedra, pasándosela de mano a mano, y se reía. Su risa me ponía nerviosa; tenía algo de sádica, diabólica.
-Bienvenidos al otro "lado"-dijo con voz muy pausada, y volvió a reírse.
Me acerqué, lo levanté del buzo que llevaba, y lo tiré contra la pared. Fue hacia él, y lo sujeté del cuello.
-¿Qué hacés en el cuarto?
No paraba de reirse ¿Qué le daba gracia? De golpe me sentí débil, mi visión se deterioró lentamente, hasta ver todo en blanco y negro. Lo solté y caí de rodillas. El miedo me llevó a no moverme, a quedarme quieto. Y a escuchar la risa continua del imbécil.
-Esperaba. Eso hacía.

No se hasta que punto conseguí recrearlo, pero el personaje que se ríe fue inspirado en una persona de verdad. ¿Yossa, se nota quién es?

La risa dejó de aturdirme.Un escalofrío caminó por mi espalda.

-Esperaba, repitió esta vez para sus adentros.

Se dirigió hacia la ventana y corrió una sucia cortina. Sus pasos,lentos, hacian crujir
el piso de madera. No levanté la vista pero reconocí unos tímidos hases de luz, luchando
por entrar en esta lúgubre habitación. Sentía aún el frío en todo el cuerpo. Tosí.

-No recordás, no?, preguntó.Tardé en responder.Él miraba hacia afuera, parecía tranquilo ahora.

Escuhé mis dientes tiritando:

-No, susurré. Una leve sonrisa nació en su rostro, y el silencio fue eterno.

-Mentís. Lo que busco no es nada nuevo. Hace años, sabés?, años en esto y...la misma historia siempre.

-No entiendo qué...

-Yo no ahorro sangre joven. Pero hoy...hoy me servis vivo.

Suspiré.Quise enfrentar su mirada, pero seguía de espaldas. Había amanecido ya y una paloma se apoyaba en el marco de la ventana.
De repente mi frente empezó a sudar.